Celia Rico Clavellino conversa con Loreto Mauleón en un momento del rodaje de 'La buena letra'

Celia Rico Clavellino conversa con Loreto Mauleón en un momento del rodaje de 'La buena letra'

Cine

Celia Rico Clavellino adapta a Chirbes en 'La buena letra': "Desgranaba todas las contradicciones del alma"

La directora sevillana lleva a la pantalla 'La buena letra', una novela corta del escritor valenciano que se adentra en la intimidad de una familia marcada por el silencio y la derrota durante la posguerra.

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La directora Celia Rico Clavellino (Sevilla, 1982) estrena en cines La buena letra, película que adapta una novela corta homónima de Rafael Chirbes y que pasó por la sección oficial del Festival de Málaga. Ambientada en la posguerra, La buena letra se adentra en la intimidad de una familia marcada por la derrota y está protagonizada por Loreto Mauleón, que homenajea a través de un trabajo de contención admirable a toda una generación de mujeres que se sacrificaron en silencio en los años más tristes de nuestra historia reciente para sostener el hogar, en tiempos de hambre y represión, sin recibir nada a cambio.

Con este trabajo, la directora sevillana añade a su coherente filmografía, compuesta hasta ahora por Viaje al cuarto de una madre (2018) y Los pequeños amores (2024), un nuevo drama familiar narrado con filo y sensibilidad. Hablamos con ella sobre las claves del filme en el que Enric Auquer, Roger Casamajor y Ana Rujas completan el reparto.

Pregunta. ¿Cómo ha vivido hasta ahora la reacción del público a la película?

Respuesta. Ha sido muy bonita. En Málaga notaba en el pase a la gente muy viva. En los encuentros con el público había mucha emoción. Tenía curiosidad por ver qué sentían las personas mayores, que eran niños en el momento que retrata el filme o que escucharon anécdotas de aquella época. A mucha gente les recordó a sus padres, a sus abuelos…

P. ¿Cómo descubrió esta novela?

R. No la conocía, me llegó a través de los productores que ya habían adaptado en formato serie Crematorio (Jorge Sánchez Cabezudo, 2011). Había leído otras obras de Chirbes, pero esta no. En cualquier caso, me acerqué a ella pensando ya en una posible adaptación, aunque aparecieron resistencias. En un primer momento, no veía que pudiera dialogar de manera clara con mis trabajos previos.

P. ¿Qué fue lo que acabó de convencerle?

R. Esa mirada atravesada por la clase siempre me ha interesado mucho. Chirbes además desgrana el alma humana con todas sus contradicciones, y eso es algo a lo que aspiro. Se trataba también de un material muy rico para elaborar un ejercicio de construcción de unos personajes y de puesta en escena. Realmente es una novela difícil de adaptar, porque hay una voz muy narrativa que cuenta la historia de toda una familia.

P. ¿Cuáles son los principales cambios que introdujo respecto al material original?

R. La novela está narrada desde el punto de vista de Ana cuando ya es octogenaria, y cuenta toda la historia familiar, muy centrada en el personaje del cuñado. Pero decidí ir podando personajes para quedarme con esos matrimonios que protagonizan el filme, que representan dos posturas vitales: una, más bondadosa y sacrificada y otra, más de supervivencia a toda costa a la miseria, incluso dejando atrás los ideales y las personas queridas. Me interesaba la idea del cuarteto, casi como si fuera de cuerda, y de ir explorando esas dos posturas y todo el abanico de matices. También convertir la voz narrativa en una mirada.

P. ¿Qué le atrajo del personaje principal, Ana?

R. Me interesaba explorar si su silencio ha servido de algo, si nos ha salvado. Ana se calla para mantener unida a la familia, para sostener las grietas de la casa, para que no afloren las penurias que ha dejado la guerra. Puede que eso mantuviera a flote a muchas familias, pero también generó una herida de la que todavía nos estamos curando. Creo que de ahí viene que a las mujeres les haya costado históricamente conquistar un espacio para decir lo que piensan y tener una voz.

P. Ese silencio recuerda a El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973). ¿Era una referencia?.

R. Me gustan mucho las películas de Victor Erice, me acompañan siempre. Pero aquí miramos mucho al neorrealismo italiano, sobre todo para que la ambientación tuviera vida y no se sintiera como un decorado. En el neorrealismo se filmaron en exteriores las huellas de una guerra y nos quisimos acercar lo máximo posible a esas texturas.

»Compartí mucho con el equipo La tierra tiembla (Luchino Visconti, 1948) y con Ana Rujas hablamos sobre Un asunto de mujeres (Claude Chabrol, 1988), por retratar a esos personajes femeninos que se salen de la norma y que fueron cuestionados. A Loreto le mostré el personaje que interpreta Celia Johnson en La vida manda (David Lean, 1944). También me acompañó el libro Usos amorosos en la postguerra española, de Carmen Martín Gaite. Y mucha fotografía y pintura de la época.

Loreto Mauleón y Enric Auquer, en 'La buena letra'

Loreto Mauleón y Enric Auquer, en 'La buena letra'

P. ¿Dónde se rodó la película?

R. En Valencia, pero es todo una suma de distintos pueblos. Era muy difícil encontrar un único lugar que representara la época de forma veraz. La casa tenía muchas cosas sin reformar y pudimos ambientarla a partir de esa base. Muchos exteriores pertenecen a Requena, que tiene un casco histórico muy bien conservado. La playa es la de Grau Vell, que tiene un aire decadente, con una arena muy pura y sin construcciones cerca. Quería hacer una película de posguerra en la que saliera el Mediterráneo, porque es un tema que siempre se ha tendido a mostrar en el interior.

P. ¿Cómo planificó las escenas en una película en la que son tan importantes las miradas y los silencios?

R. Quería mostrar las emociones a través de la relación de los personajes con el espacio. Incluso que esos espacios funcionaran también casi como personajes, con sus grietas, sus texturas y sus sombras. En sus libros, Chirbes se asoma a la penumbra para mostrarnos algo con muchísima lucidez. Por eso, apostamos por utilizar solo la luz natural de las ventanas y que hubiera rincones a los que no llegara la luz. Con los personajes, ocurre algo similar, no llega luz a todos los rincones de sus almas.

P. ¿De qué manera trató de introducir al espectador en la época?

R. Todo lo que tenía que ver con el contexto político lo intentamos dejar fuera de campo para construir la atmósfera a través de pequeños detalles y gestos y de los objetos, que abren anhelos y sueños frustrados. Por ejemplo, un coche puede representar el camino que hace Antonio al abandonar sus ideales, a casi pasarse al otro lado. Unas fichas de dominó se pueden convertir en las teclas de un instrumento y mostrar la imposibilidad de una niña de llegar a ser pianista. Uno de los aspectos más tristes de la dictadura era que muchas personas tenían la sensación de que no se merecían un futuro mejor, no tenían la capacidad de imaginar momentos de felicidad. La cultura del sacrificio se impuso casi como un castigo.

P. ¿Cómo preparó el papel con Loreto Mauleón?

R. Hicimos muchísimo trabajo de mesa para construir su relación con los otros personajes, improvisando los momentos previos al arranque de la película, esa vida en común, y pensando en todo lo que no se ve por las elipsis. Lo que vemos en pantalla, quizá una mirada, es la mínima expresión de mucho subtexto, de muchas capas y sedimentos. Fue un trabajo de acumular y acumular para luego destilar y que ella no tuviera que estar pensando en la memoria emocional del personaje, que lo tuviera todo masticado, digerido e integrado.

»Ana tiene una mirada empática, compasiva y bondadosa, pero está pensando en que hay muchas cosas que no le gustan. Y en esa contradicción entre lo que muestra y lo que piensa hay un territorio por explorar muy complejo que Loreto ha atravesado muy bien. El trabajo con la gestualidad con todos los actores fue también muy importante. Por ejemplo, la manera en la que Roger se sentaba en la silla y fumaba.

P. No se habla de la guerra ni de política en el filme…

R. La novela se centra en el alma humana. Nunca quise hacer una película explícitamente política, pero estamos con una familia que pertenece al bando de los vencidos y situarse ahí ya es algo. Lo que le interesa a Chirbes es reflexionar sobre las decisiones que tomamos. Y a mí no me gusta juzgar a los personajes. Quería que fueran ambiguos, que atravesaran tanto el bien como el mal y que sea el espectador quien los juzgue.

»La guerra se alargó en el interior de algunas casas y familias y eso nos lleva a reflexiones profundas. Una guerra genera un cáncer dentro de la sociedad. Yo me intentaba poner en la piel de Ana, ahora que tenemos tan claro el tema de la salud mental… ¿Cómo pudieron sobrevivir en ese momento?